lunes, 4 de enero de 2010

Ensayo. BRZEZINSKI, ROCKEFELLER Y LA COMISIÓN TRILATERAL, VISIONARIOS Y ARQUITECTOS DEL SISTEMA GEOPOLÍTICO INTERNACIONAL ACTUAL

Mtro. Jaime Duarte Mtz.,
Analista internacional; consultor en Imagen Política y Corporativa @JaimeDuarte
www.JAIMEDUARTE.com.mx 

¿Evolución o planeación?

A veinte años de iniciadas las sorprendentes transformaciones que propiciaron el Nuevo Orden Geopolítico Mundial, convendría profundizar un poco más acerca de las distintas causas que le habrían dado origen. Dicho ejercicio no sería inútil ni ocioso, si consideramos que las investigaciones contribuirían en un plano académico a enriquecer de manera importante la comprensión de la realidad actual. Desde un punto de vista político, éstas podrían incluso elevar la crítica y el debate nacionales que tantos esfuerzos hacen hoy por buscar a quién achacarle la responsabilidad del fenómeno de la globalización y del neoliberalismo, no cansadas éstas aun de adjudicarle al ex presidente Salinas su autoría definitiva.

Mi propósito consiste en aportar algunos elementos adicionales al análisis que nos sirvan para identificar algunos de los probables catalizadores de la reciente transición política-económica bipolar mundial, y el asentar que no podemos seguir atribuyéndole inocentemente a la casualidad, al azar o al “normal” desarrollo histórico de los pueblos, la realidad del estado actual de las relaciones internacionales.

Los espectaculares cambios generados en los años comprendidos entre 1989 y 1991, y los que se generaron después, tales como el fin de la Guerra Fría, la caída del comunismo, la conformación de los nuevos polos de desarrollo económico-comerciales mundiales –particularmente el de América del Norte--, la globalización económica e informativa, la expansión de la OTAN al Este, y la consecuente renovación del Sistema Internacional, fueron en buena medida anticipados, diseñados e instrumentados por Zbigniew Brzezinski, David Rockefeller y un reducido grupo de personalidades pertenecientes a la más influyente y poderosa organización mundial jamás conocida hasta ahora: la Comisión Trilateral (CT).

Es decir, el cambio sustancial de una época a otra o el surgimiento del nuevo escenario internacional en el que nos encontramos inmersos como humanidad, no fueron resultado del simple grado evolutivo natural de los Estados, sino producto de las ideas y estrategias previamente concebidas hace más de tres décadas, por más de 330 hombres y mujeres provenientes de las regiones más prósperas del mundo.

La teoría de la convergencia y el futuro colapso de la URSS

A raíz de la “crisis de los misiles” de 1962, el Dr. Zbigniew Brzezinski --entonces profesor norteamericano del Instituto de Investigaciones sobre Asuntos Comunistas de la Universidad de Columbia, calificado alguna vez por Richard Nixon como uno de los principales estrategas de América, y por otros como el “más poderoso pensador de la humanidad”--, desarrolló, junto con Samuel Huntington, la “teoría de la convergencia”, cuyo extraño planteamiento consistía en tres supuestos: 1) evitar un colapso bélico nuclear mediante la convergencia de los sistemas capitalista y comunista, promoviendo en su lugar una competencia pacífica de los Estados Unidos y la Unión Soviética por ganar la carrera espacial; 2) debilitar con ello económicamente a la URSS hasta derruirla, y 3) lograr el predominio hegemónico de los Estados Unidos de Norteamérica, a través de la alianza trilateral entre Estados Unidos, Alemania y Japón.

Brzezinski –quien más tarde sería designado por el magnate David Rockefeller como director fundador de la Comisión Trilateral-- previó en 1964 que antes que concluyera el siglo XX, se produciría un colapso en la URSS, donde la ideología era su sustento fundamental.[1] En una de sus innumerables obras, escribió:

“En Occidente, por el contrario, la teoría más extendida de convergencia da por sentado que se retendrá los aspectos más fundamentales del sistema democrático después de que América y Rusia converjan en cierta coyuntura histórica futura, indeterminada. Aunque probablemente habrá más planificación económica y propiedad social en Occidente, la teoría considera al Partido Comunista y su monopolio de poder como las verdaderas víctimas del proceso histórico: ambos desaparecerán.”[2]

En 1988, un par de años antes de la caída del comunismo y la desintegración política y geográfica de la URSS, Brzezinski anticipó de nuevo el “próximo fallecimiento histórico del sistema comunista”. La idea del comunismo “como fuerza motriz” –sentenció— “ha muerto sin posibilidad alguna de resurección”.[3] En su libro El Gran Fracaso, explicaría los motivos de su muerte inmediata y la posibilidad de un golpe de Estado en la URSS (“profecía” que efectivamente ocurrió).[4]

La hegemonía norteamericana y la alianza trilateral occidental

Para alcanzar el liderazgo mundial norteamericano una vez derruido el sistema soviético, Brzezinski (quien nació en Varsovia, Polonia, el 28 de marzo de 1928), propuso también en 1964 buscar una alianza entre Estados Unidos, Alemania y Japón. El profesor recogió la tesis del geopolítico alemán Karl Haushofer. Haushofer, asesor de Adolfo Hitler en la Segunda Guerra Mundial, pensaba que esta triple alianza –que más tarde intentaría conformar José Stalin con la URSS, China y probablemente Cuba--, aseguraría el dominio del mar, del comercio y del mundo. “Zbig” –como le llamaban sus amigos--, afirmó:

“Si queremos que el polo de concertación no solo signifique la neutralización del polo 'B' (la URSS).
“Si queremos que como consecuencia de la neutralización del polo 'B' el polo 'A' (E.U.A.) asuma en el mundo un papel de dirigencia, es importante volver los ojos a… Haushofer, y debe ser propósito de quienes sean partidarios de esta idea, lograr la unidad de los países a los que Haushofer hace referencia: Alemania, Japón y Estados Unidos.
“No puede ser Alemania como está ahora, tiene que ser Alemania unida y Europa unida en torno a Alemania.
No puede ser Japón sólo. Tiene que ser Japón aliado con los 'dragones' o 'tigres' de la economía asiática.
No puede ser Estados Unidos sólo. Tienen que ser unidos [sic] Estados Unidos, Canadá y México”.[5]

En 1988, Brzezinski le sugirió a Carlos Salinas de Gortari, antes de que éste tomara posesión como Presidente de la República, la idea de que México se beneficiaría con un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.[6] La misma idea le fue sugerida el mismo año por George Bush.[7] Este proyecto fue impusado igualmente por Rockefeller a través de la American Society y el Council of Americas, instituciones creadas por él; así lo reconoció José Angel Gurría como canciller en 1997, cuando se le distinguió al banquero con la “Orden del Aguila Azteca” del gobierno mexicano.[8]

La expansión geoestratégica de la OTAN

Por otra parte, Brzezinski observó --como lo había hecho anteriormente el geopolítico inglés John Mackinder cuando habló del Heartland como la región más importante del planeta--, que la contienda geopolítica, ideológica y militar de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, era una lucha por la dominación del territorio geoestratégico de Eurasia. Al respecto aseguró:

“De la misma manera que la Unión Soviética, los Estados Unidos afrontaron urgencias geopolíticas. Cualquiera que controlara Eurasia, dominaría el mundo. Si la Unión Soviética capturara los confines de esa masa de tierra --Europa Occidental, el Lejano Oriente, y el sur de Asia--, no sólo ganaría el control de grandes recursos humanos, económicos y militares, sino que se acercaría también de manera geoestratégica al Hemisferio Occidental, a través del océano Atlántico y el océano Pacífico.”[9]

Desde finales de los 40’s, la política exterior de los Estados Unidos estuvo basada en tres factores geopolíticos: 1) la seguridad de América se vería amenazada si una sola nación dominara todo o casi todo el territorio de Eurasia; 2) la URSS era el Estado que controlaba el Heartland de Eurasia, y 3) la Unión Soviética buscaría expandir su poderío global más allá del “corazón terrestre” eurasiático, hasta acabar por dominarlo todo por medio de “fuerzas subordinadas”,[10] y sería capaz de atacar América. En este sentido, la política de contención norteamericana, cuyo “padre teórico” fue George Kennan, se tradujo en la aplicación de diferentes tipos de estructuras y mecanismos políticos, económicos y militares. Entre éstos últimos se encontraba, evidentemente, la OTAN.

De esta forma, sumada a la propuesta de llevar a cabo la alianza trilateral, Brzezinski dio un paso más en la estabilidad y seguridad europea al sugerir, en 1986, "la expansión de la Europa de la OTAN a toda Europa, hasta las fronteras occidentales de la URSS", y la necesidad de “crear un organismo coordinador informal a través del cual los más altos dirigentes de EE UU, Europa y Japón puedan analizar las consecuencias estratégicas de largo plazo de sus intereses compartidos a fin de evitar el predominio de Eurasia por parte de una potencia. Una cumbre estratégica anual que se centre en la economía global y en la seguridad mundial llenaría ese vacío.” [11] Será en 1995 cuando él mismo proponga afiliar como nuevos miembros de la Alianza Atlántica a la República Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia,[12] y sugiriera, en 1998, establecer un “sistema de seguridad transeuroasiático” en el que Estados Unidos ejerza el papel de “árbitro político”.[13]

La visión anticipada de la globalización

Hace exactamente 30 años, Brzezinski anticipó en su libro America’s Role in the Technotronic Era, el surgimiento en el futuro de una nueva época para la humanidad, la “era tecnotrónica”. Los adelantos científicos y tecnológicos --que ya empezaban a presentarse en las naciones industrializadas (avances que calificó como parte de una “revolución tecnotrónica”)-- modificarían de manera importante los patrones y comportamientos de las sociedades del mundo entero, incidiendo en todos los campos del ser y quehacer humano.[14]

El profesor norteamericano observó en esos años que “el impacto de la ciencia y la tecnología sobre el hombre y la sociedad, especialmente en los países más avanzados del mundo", se estaba convirtiendo en “la principal fuente del cambio contemporáneo”, y que esa transformación, sobre todo en los Estados Unidos --su “principal propagador global” y “la primera sociedad global de la historia”--, ya estaba “creando una sociedad cada vez más distinta de su predecesora industrial. La sociedad postindustrial se está convirtiendo en una sociedad tecnotrónica”: una sociedad configurada en lo intelectual, lo cultural, lo psicológico, lo social y lo económico por la influencia de la tecnología y la electrónica... en la sociedad tecnotrónica el conocimiento científico y técnico no sólo aumenta la capacidad de producción sino que la rebasa rápidamente para influir de modo directo en casi todos los aspectos de la vida".[15]

Daniel Bell, “uno de los pioneros en esta materia” --decía Brzezinski--, “utilizó el término ‘postindustrial’. Sin embargo, yo prefiero el neologismo ‘tecnotrónica’ porque transmite de modo más directo la naturaleza de los impulsos principales que favorecen el cambio de nuestra época. Asimismo, el término ‘industrial’ describió lo que podría haberse denominado era ‘postagrícola’ ”. Bell sostuvo que las “cinco dimensiones de la sociedad postindistrial” abarcaban: 1) La creación de una economía de servicio; 2) el predominio de la clase profesional y técnica; 3) la prioridad del conocimiento teórico como fuente de innovación y de decisión política en la sociedad; 4) la posibilidad de un crecimiento tecnológico autónomo; y 5) la creación de una nueva “tecnología intelectual”. De igual forma, “incurriendo en una gran generalización, se puede decir” --indicó el entonces profesor-- “que Roma exportó el derecho; Inglaterra la democracia parlamentaria de partidos; Francia la cultura y el nacionalismo republicano; y que Estados Unidos exporta actualmente la innovación tecnológica científica y la cultura de masas derivada del gran consumo”. Sin embargo, el Dr. Brzezinski notó también que "el efecto acumulativo de la revolución tecnotrónica” era “contradictorio”, pues por una lado marcaba “los comienzos de una comunidad global” y, por otro, “fragmenta a la humanidad y la saca de su quicio tradicional”, donde el Tercer Mundo resultaba particularmente afectado.[16]

De este modo, acotó, la “fe volátil” --como él mismo la calificó-- y la “ideología”, acabarían por ceder ante la tecnología (la ideología también dejaría paso a la preocupación por la ecología).[17] En su lugar, en una etapa en que “el conocimiento se convierte en un instrumento de poder”,[18] por primera vez estaba empezando a manifestarse una “conciencia humana global”[19]:

“Ahora volvemos a asistir a la aparición de élites supranacionales, compuestas por empresarios, estudiosos, profesores y funcionarios públicos internacionales. Los vínculos de estas nuevas élites trasponen las fronteras nacionales, sus perspectivas no están limitadas por tradiciones nacionales y sus intereses son más funcionales que nacionales. Estas comunidades globales cobran fuerza y es probable que, tal como sucedía en la Edad Media, antes de que transcurra mucho tiempo las élites sociales de la mayoría de los países más avanzados tengan una mentalidad y una filosofía muy internacionalista o globalista...
“Las élites intelectuales tienden a pensar cada vez más en términos de problemas globales...
“La revolución tecnotrónica crea condiciones que hacen cada vez más viables las repuestas globales a estas necesidades y al sufrimiento humano en general”.[20]

Por cierto que en los 70’s se llevó a cabo en la Universidad de Columbia una reunión de intelectuales del mundo para pensar lo que iba a ocurrir en esa década. En ella, tanto Brzezinski como Daniel Bell coincidieron en señalar: “estamos equivocados si pensamos que lo que está sucediendo ahora, solo afectará a los ‘70, estamos viendo los signos de la aparición de un nuevo modelo político y económico del siglo XXI”.[21] Vaya que tenían razón.

Por tanto, el comienzo de la futura llegada de esa “era tecnotrónica” no es otra cosa más que el advenimiento de la época que hoy conocemos en el planeta como la “globalización” económica e informativa.

La comunidad de naciones desarrolladas

Del mismo modo, en esa obra el profesor lanzó la idea de crear una “comunidad de naciones desarrolladas” que tendría como misión “frenar la tendencia global al caos” y “reaccionar eficazmente ante la crisis cada vez más grave” que amenazaba de distinto modo al mundo avanzado y al Tercer Mundo --como él mismo advertía--.

Dicha propuesta establecía la consideración de que tanto Europa Occidental, como Japón y los Estados Unidos, constituían “las regiones más vitales del globo”. Por ello, era necesario que en una primera etapa se integraran a dicha comunidad. En ella, se formaría un “consejo consultivo de alto nivel para la cooperación internacional” que discutiría “sus problemas comunes políticos y militares, educacionales y científicos, económicos y tecnológicos”, así como sus obligaciones morales para con los países en vías de desarrollo. La integración del “consejo consultivo” estaría conformada por los jefes de gobierno del mundo desarrollado. Se establecía la capacidad de dicho consejo de ser “algo más que la OCDE”, “más difuso que la OTAN” y “más eficaz que las Naciones Unidas” (¡juntas!). Asimismo, abogaría por la creación de una “nueva estructura monetaria internacional” y mecanismos que facilitaran “la creación de un área de libre comercio”; el reforzamiento y aceleración del “desarrollo continuado de los organismos globales actuales” (como el Banco Mundial); la oportunidad norteamericana de dejar atrás la política del “aislamiento” del mundo, y la aseveración de que Estados Unidos, "como única potencia que empezó a pensar en términos globales”, sería “la única potencia capaz de estimular los esfuerzos comunes encaminados en ese sentido”.[22]

Todos estos innovadores planteamientos servirían de referencia útil para la conformación final de la estructura y misión de la Comisión Trilateral.

Rockefeller y la fundación de la Trilateral

Pero el propósito real de formar ésta institución obedeció, principalmente, a la seria preocupación que existía entre las élites[23] de las naciones más industrializadas del planeta, por hacer frente a toda una serie de difíciles factores políticos, económicos y militares que se sucedían simultáneamente a fines de la década de los 60’s y principios de los 70’s.[24] Tal combinación explosiva evidenciaba, igualmente, los signos claros de la relativa declinación del poder hegemónico norteamericano y una aguda crisis en las relaciones atlánticas.

Entre esos factores militares o coyunturales destacaba la llamada “guerra de los misiles” de 1962 y la guerra de Vietnam, donde el resultado de ambos conflictos geoestratégicos implicó un cambio y redefinición en la línea y política exterior de los Estados Unidos. Entre los aspectos económicos o estructurales, sobresalió la ruptura del Sistema Monetario Internacional en 1971, la crisis del petróleo de 1973-1974, y los indicios de una nueva recesión económica mundial. Y respecto a los asuntos políticos, existía una fase de sensible debilitamiento interno en las instituciones privadas imperantes. Entre estas podemos citar a The Round Table (RT), el Bilderberg Club (BC), el Instituto Atlántico (IA) y el Council on Foreign Relations (CFR) --uno de los think tanks estadounidenses con mayor influencia y tradición hasta hoy, pero que fue puesto en entredicho luego de su posición a favor de la intervención armada de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam--.

El CFR ejerció una destacada influencia en la creación del sistema internacional de la posguerra entre 1944-1945. La ONU, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, fueron organismos propuestos por éste desde principios de los 40’s para la administración del nuevo orden mundial emergente. Asimismo, el Plan Marshall y la política de contención de Unión Soviética, fueron elaborados en dicho organismo.[25] Hombres del CFR como el secretario de Estado Edwards R. Stettinius, John Foster Dulles, John J. McCloy, Nelson A. Rockefeller, Adlai Stevenson y Thomas Finletter, fueron integrantes de las delegaciones de los Estados Unidos en las reuniones organizadoras de las Naciones Unidas. Incluso, casi todos los presidentes de los Estados Unidos, desde Roosevelt hasta Bush (excepto Truman, Nixon, Reagan y Clinton), como buena parte de sus funcionarios en las administraciones norteamericanas, pertenecieron al Council.[26]

Interesado en revertir esta adversa situación coyuntural, estructural e institucional, el presidente del Chase Manhattan Bank, David Rockefeller, tomó la iniciativa y concibió la idea de crear la Comisión Trilateral con base en las ideas lanzadas por Zbigniew Brzezinski en America’s Role in the Technotronic Era.

Contratado ya por el banquero neoyorquino, Brzezinski visualizó en una reunión privada en 1971, ante 550 líderes empresariales de 32 países que Rockefeller convocó en Davos, Suiza, lo siguiente:

“En los próximos 30 años, alrededor de 300 empresas multinacionales, geocéntricas, regularizarán el mercado de los productos de consumo y sólo subsistirán algunas pequeñas firmas para los mercados marginales... A esto se llegará en dos etapas: primero, diversas firmas y bancos se reagruparán en el marco multinacional; luego a fines de los setenta, esas multinacionales se acoplarán, con objeto de controlar, cada una en su especialización, el mercado mundial”.[27]

Hoy podemos ser testigos de una enorme ola de megafusiones empresariales en las naciones más desarrolladas, y en prácticamente todos los sectores de la producción industrial.

Tan sólo un año antes Brzezinski había dicho al respecto en La Era Tecnotrónica: “El estado-nación, en cuanto unidad fundamental de la vida organizada del hombre, ha dejado de ser la principal fuerza creativa: los bancos internacionales y las corporaciones multinacionales actúan y planifican en términos que llevan mucha ventaja sobre los conceptos políticos del estado-nación”.[28]

Luego de una serie de reuniones privadas en las que participaron, por ejemplo, Henry Owen (Director del Programa de Estudios de política Exterior de la Brookings Institution), Robert Bowie (profesor de Problemas Internacionales de la Universidad de Harvard y miembro del CFR), Gerard Smith (Director de Wilmer, Cutler and Pickering, miembro de la Brookings, del CFR y del Center for Strategic and International Studies de la Universidad de Georgetown), Marshall Hornblower, William Scranton (gobernador de Pennsylvania), Edwin Reischawer (profesor de la Universidad de Harvard) y el propio Brzezinski, el también líder del “eastern establishment” norteamericano, David Rockefeller decidió fundar el organismo en su mansión de Nueva York, en el mes de julio de 1973.

Cabe señalar que el “establishment” –nacido en 1889 por inspiración de Teodore Roosevelt--, se halla representado por un grupo de poderosas familias (se dice que 200) que han venido repartiéndose sucesivamente el poder desde entonces, ejerciendo control sobre los mayores bancos, bufetes, universidades, dependencias oficiales y corporaciones multinacionales.[29] De ahí que el Council on Foreign Relations y la propia Trilateral, sean “asociaciones” del establishment.

El siguiente extracto del discurso del magnate millonario, pronunciado el 4 de mayo de 1980 en una junta del Consejo de Asuntos Mundiales en Los Angeles, despeja cualquier duda acerca de su participación en la conformación de la Comisión, y revela los motivos que lo llevaron a su constitución:

“En este sentido pronuncié varios discursos en 1972, y sugerí que un grupo de ciudadanos privados de Norteamérica, Europa Occidental y Japón, interesados vivamente en asuntos globales deberían unirse para dilucidar los asuntos más delicados y pedir la opinión de expertos ajenos al grupo. Después de todo estas naciones son en la actualidad los bastiones de la democracia, que proporcionan esperanzas para el progreso y la seguridad mundial.
“Mi sugerencia de hace ocho años recibió expresiones satisfactorias de interés y se reunieron representantes de las tres regiones, para iniciar los trabajos de planeación y organización. De este esfuerzo conjunto nació la Comisión Trilateral.”[30]

Los miembros de la CT

Definida a sí misma como una organización privada dedicada a discutir, analizar y proponer temas comunes para las tres regiones que la integran, la Comisión Trilateral se compone en la actualidad de cerca de 335 personas (todas ellas previamente seleccionadas), siendo éstas académicos, pensadores, intelectuales, sindicalistas, economistas, hombres de negocios, directores y presidentes de grandes empresas transnacionales, representantes de organizaciones privadas e instituciones internacionales, líderes políticos, ex funcionarios públicos y diplomáticos, provenientes de las tres regiones que la componen: Norteamérica (Estados Unidos y Canadá), Europa Occidental y Japón (país que había sido tradicionalmente marginado de este tipo de reuniones y asociaciones internacionales precedentes).

Entre algunos de los miembros que forman y han formado parte de esta organización, se encuentran reconocidas personalidades a nivel internacional: Kiichi Miyazawa, ex Jefe de Gobierno de Japón (hoy ministro de Finanzas); Sadako Ogata, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados; Takeshi Watanabe, ex presidente del Banco Asiático de Desarrollo; Takashi Ishihara, presidente de Nissan; Akio Morita, presidente de Sony Corporation, recientemente fallecido; Johan Jorgen Holst, ex ministro de Defensa de Noruega; Renato Ruggiero, ex Director de la Organización Mundial de Comercio; François de Rose, ex embajador francés y ex representante permanente en la OTAN; Lord Carrington, ex secretario de Estado británico y del Commonwealth para Asuntos Exteriores y ex secretario General de la OTAN; Raymond Barre, ex Primer Ministro de Francia; Otto Graf Lambsdorff, ex Ministro de Economía de la República Federal de Alemania; Kurt H. Biedenkopf, ex vicepresidente de la Unión Demócrata Cristiana de la República Federal de Alemania; John D. Rockefeller IV, ex gobernador, ex senador de Virginia y ex Vicepresidente de los Estados Unidos con Ford; Robert S. McNamara, ex presidente del Banco Mundial y secretario de Defensa de los Presidentes John F. Kennedy y Richard Nixon; George P. Schultz, secretario de Estado de Regan; Henry Kissinger, Consejero Nacional de Seguridad y secretario de Estado de los Presidentes Nixon y Ford; James Carter, ex Presidente de los Estados Unidos; Carla Hills, secretaria de Comercio del Presidente George Bush; George Bush, ex Presidente de los Estados Unidos; Warren Christopher, ex secretario de Estado del Presidente Bill Clinton; Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos; Richard B. Cheney, ex secretario de Defensa de Bill Clinton; William Cohen, actual secretario de Defensa de Clinton; y el propio Clinton, actual Presidente reelecto de los Estados Unidos.

De acuerdo con su reciente lista oficial de miembros, Richard Haass, Director de Estudios de Política Exterior de The Brookings Institution; Lee H. Hamilton, ex miembro de la Casa de Representantes norteamericana, actualmente Director del Woodrow Wilson International Center for Scholars, del Instituto Smithsoniano; Vernon E. Jordan, abogado del presidente Clinton en los escándalos Lewinsky y White Water; y George Soros, presidente de Soros Fund Management, LLC, y del Open Socity Institute; y Mario Vargas Llosa, escritor y ex candidato presidencial en Perú, forman parte también de la CT.[31] Desde luego que Zbgniew Brzezinski (Consejero Nacional de Seguridad del Presidente James Carter, en los últimos años, consejero del Center for Strategic and International Studies, consejero presidencial y actualmente profesor de política exterior en la Escuela de Estudios Avanzados Paul H. Nitze de la Universidad Johns Hopkins, en Washington) y el propio David Rockefeller (ex presidente del Chase Manhattan Bank, fundador y presidente Honorario de la CT), se ubican todavía entre sus filas.[32]

En torno al por qué de la conjugación de tantas personalidades, sirvan las palabras de Madsen: “Los hombres que manejan los gobiernos y aquellos que manejan las corporaciones generalmente provienen de las mismas grandes écoles y pasan a través de las mismas puertas de gobierno y de negocios. Comparten presunciones, impresiones y prejuicios comunes y prosperan por medio de favores recíprocos. Son hombres de dinero interesados en la preservación de la riqueza y el poder.” [33]

La enorme influencia política de este selecto y exclusivo círculo de personalidades, ampliamente representadas y aglutinadas en la CT, no sería tal de no contar con la fuerza y poder económico de las corporaciones multinacionales y empresas transnacionales. Hitachi, Sony, Phillips, IBM, Hewlett-Packard, Texas Instruments, Bendix, Bayer, Basf, Coca-Cola, Ford, General Motors, Volks Wagen, Chrysler, Nissan Motor, Toyota, FIAT, Sears, Nestlé, ITT, Nippon Steel, Exxon, Mobil Oil, Shell, Gulf, Pan Am, entre otras, forman parte también de esta super Comisión.

Entre los trilateralistas del campo de la banca y la inversión, figuran personajes importantes del Chase Manhattan, Lehman Bros, Bank of America, Banque de Paris et des Pays Bas, Banco Nacional de Bélgica, Federación Bancaria Alemana, Lloyds de Londres, Bank of Tokio, Sumitomo Bank, Dai-Ichi Kangyo Bank, Mitsubishi Bank, Compaigne Financiere Holding (Rotschild), Barclays Bank International, Federation Francaise des Societés d'Assurances, The Sanwa Bank, Fuji Bank y Nikko Securities.

Aunque pareciera contradictorio, la Comisión incluía, e incluye a algunos sindicatos y federaciones de trabajadores “libres”: AFL-CIO, United Stellworkers of America (sector siderúrgico), United Automobile Workers (sector automotriz), Confederación Belga de Sindicatos Cristianos, Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos de Alemania y Federación Sindical Alemana.

En el campo de la opinión pública, reúne también a directores y funcionarios de alto nivel de medios de difusión, tales como: Time (junto con la CNN), The New York Times, The Washington Post, los Angeles Times, The Economist, Foreign Policy, Foreign Affairs, Minneapolis Star and Tribune, Chicago Sun Times, Financial Times, La Stampa, Die Zeit, The Japan Times y Kyodo News Service. La CBS (Columbia Broadcasting System) figuró además en la lista. Es a través del empleo de estos canales cómo la Trilateral (y en muchos casos el establishment norteamericano) da a conocer, extraoficialmente, su opinión y postura respecto a determinados temas internacionales de interés. Aparte cuenta con sus propios órganos oficiales de información, donde pueden encontrarse públicamente expresadas opiniones, análisis y líneas de pensamiento sobre diversas materias: “Triangle Papers” (informes de los “Task Forces”, publicados dos o tres veces al año, revisados por Brzezinski) y “Trialogue” (boletín trimestral, “A bolletin of North American, Europan and Japanese Affairs”).

Guarda vínculos con “subgrupos como el Club de Roma que operan en Europa pero mantiene contactos con las ramificaciones de la Internacional Socialista en Asia, Africa y América Latina”.[34] Son evidentes, para algunos autores, sus “estrechas relaciones” con “sus aliados naturales” en los centros de investigación con orientación internacional, fundaciones y equipos de consejeros, tales como: el propio CFR, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, la American Assembly, la Institución Brookings, la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y varias escuelas de negocios. Entre algunas más de las instituciones asociadas a la Commision, consideradas como "bastiones del liberalismo tradicional”, se encuentran: Institute of International Economics; el British Policy Studies Institute; los departamentos económicos de Yale, Michigan y Harvard; el Centre for the Study of Political Economy de Turín; Centre for European Studies, Sussex University; Centre de Sociologie des Organisations de París; el European University Institute; la Universidad de Tokio; y el Japan Centre for International Exchange. Igualmente, el Harvard Kennedy School of Government; el Carnegie Endowment; el Atlantic Institute; la Chatham House y sus equivalentes italianos, franceses, daneses, noruegos, y los institutos alemanes de Relaciones Internacionales.[35] El Centro Carter mantiene ligas naturales también con la C.T. No olvidar tampoco a la Rand Corporation, la Asociación de Política Exterior, el Instituto Italiano de Asuntos Internacionales y el Real Instituto de Asuntos Internacionales de Londres.

Asimismo, se ha encontrado en su seno a políticos y ex funcionarios pertenecientes a importantes organismos internacionales tales como: Comisión de la Comunidad Europea, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, ONU, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), Organización Mundial de Comercio (OMC) y la OTAN, entre otras.

Por lo anterior, se puede inferir que “el poder mundial de la Comisión se ubica más que en sus planteamientos, en el poder de sus miembros al interior de sus países y a nivel internacional, en los órdenes económico, financiero, industrial, comercial y político, y en la potencialización de la suma de estas individualidades en un grupo homogéneo con un mismo fin.”[36] Por este motivo, Gill califica a la Trilateral como un “establishment international”, por la interacción de todos los establishments de los países capitalistas.[37]

La estrategia trilateralista

De acuerdo con Francisco M. Pastrana, sus objetivos en líneas generales están dirigidos a:
“a) La promoción de tareas conjuntas entre sus miembros, o sea entre los integrantes de la comunidad empresaria y en general de las personalidades de las tres regiones geográficas: Norte América (EE UU y Canadá) Europa Occidental y Japón.
“b) El planteo [sic] de soluciones a los problemas entre cada una de las tres regiones y de estas con el resto del mundo (países [ex] comunistas y mundo en desarrollo).
“c) Lograr despertar el interés público en los temas que le atañen y que sean objeto de sus recomendaciones, en especial en las tres áreas geográficas representadas en su seno, tratando de lograr, además, que los gobiernos las tomen en consideración”.[38]

En aras de alcanzar estos fines, y retomando la clasificación empleada por Carlos Rico, es factible poder agrupar a todas y cada una de sus observaciones, metas y propuestas concretas --publicadas en sus más de 53 informes especializados Task Force Reports-- en cuatro áreas o esferas principales de preocupación internacional, mismas que he considerado resumen las grandes líneas de su “estrategia trilateral”: 1) las relaciones entre los países capitalistas desarrollados, particularmente la necesidad de superar las fricciones de principios de la década de los 70's y coordinar políticas en las esferas monetarias, comercial y de energía; 2) las relaciones entre ellos y la periferia, especialmente con los países miembros de la OPEP; 3) las relaciones con los países socialistas y el manejo de la distensión y, 4) la “administración común de los problemas globales”.

De esta forma se ha pronunciado sobre temas de interés global, tales como los concernientes a la democracia, el mantenimiento libre de los mecanismos de la oferta y la demanda, el impulso a la estrategia de liberalización del comercio en los países de desarrollo, la cooperación petrolera, el fortalecimiento de ciertas instituciones internacionales, el control y reducción del armamento nuclear, etc. En este sentido, la CT bien pudo haber establecido su principio y visión de la globalización cuando afirmó, en 1977:

“El público y los líderes de los principales países persisten en vivir en un universo mental que no existe más --el de un mundo de naciones separadas-- y tienen grandes dificultades para pensar en términos de perspectivas globales e interdependencias. La premisa liberal de separación entre los ámbitos político y económico es obsoleta; los hechos relacionados a la economía se ubican en el corazón de la política moderna.
El trilateralismo desea una era postnacional en la que los valores sociales, económicos y políticos originados en las regiones trilaterales se transformen en valores universales.”[39]

En síntesis, la Trilateral tiene como función “estrechar los lazos entre los empresarios de las tres áreas superindustrializadas del planeta, aumentar la cooperación con el mundo comunista y con el Tercer Mundo y acelerar y estimular el crecimiento, con miras al progreso”.[40] Gill afirma que sus miembros ven a su propia organización como un foro en el cual ayudarían a dirigir la transición de una hegemonía a un orden post-hegemónico.[41]

De esta manera, pueden identificarse, en términos generales, al menos tres etapas de la agenda trilateralista, a saber: primera, la preocupación sobre el tema de “la interdependencia global y la necesidad de una política internacional coordinada” (1973-1979); segunda, el tema de la seguridad internacional (1979-1981); y tercera, el regreso a las cuestiones económicas, como la inconformidad con las políticas de Reagan (a principios y mediados de los 80's).[42] Una cuarta etapa que se desprendería del análisis de los gigantescos cambios operados en los últimos años, es: la búsqueda de mecanismos políticos y económicos que permitan, por un lado, la adaptabilidad (transición) de los regímenes comunistas en democracias y economías de mercado; la inclusión de algunos países subdesarrollados a los mercados mundiales, y la elaboración de una estrategia global trilateral acorde con los nuevos retos que imponen los tiempos actuales (como la paz, la migración, la integración europea, Asia-Pacífico, Rusia y la globalización).

La colaboración occidental con los países comunistas, y la renovación del sistema internacional propuestos en los 70’s, fueron en mi opinión los objetivos más relevantes de la CT.

La cooperación con los países comunistas

La razón de buscar, en el marco de la Guerra Fría, no únicamente un acercamiento, sino una firme “colaboración” y “cooperación” con los países del Este (aspecto crucial para Brzezinski al igual que su consecuente “integración”, como vimos anteriormente), se basaba en la premisa de que “una variedad de lazos entre los países comunistas y no comunistas” podría “construir, gradualmente, una red de interdependencia”, la cual “crearía... incentivos adicionales para resolver pacíficamente los conflictos y para encontrar soluciones cooperativas a los problemas comúnes.”[43] Es decir, afirmaban que la principal meta en la búsqueda de la cooperación Este-Oeste era “lograr una administración más eficaz de los problemas del mundo. La cooperación comunista podría ser importante para enfrentar algunos de estos problemas.”[44] Brzezinski consideró, en una reunión de la Trilateral en Bonn, que: “Un sistema mundial más cooperativo y amplio tiene que incluir esa parte del mundo gobernada por gobiernos comunistas... El objetivo es, pues, asimilar las relaciones Este-Oeste en una marco de cooperación más amplio, en lugar de concentrarse en las relaciones Este-Oeste como la preocupación dominante y decisiva de nuestro tiempo”.[45]

A comienzos de los 70’s, David Rockefeller promovió la distensión E.U.A-URSS, y negoció acuerdos comerciales y tecnológicos con los soviéticos. Logró así instalar una sucursal del Chase en la plaza Karl Marx de Moscú, el 21 de mayo de 1973, como la primera oficina de un banco norteamericano en la Unión Soviética. Como él, los empresarios Armand Hammer y Cyrus Eaton, también trabarían una estrecha relación de amistad y de negocios con, por ejemplo, Brezhenev, Krushev y Mao Tse Tung.[46]

La Renovación del Sistema Internacional

Quizá sea ésta una de las metas más ambiciosas, difíciles y complejos, jamás planteados por organización o gobierno alguno en la historia.

La Trilateral se refirió en 1977, a la necesidad de buscar la “Renovación del Sistema Internacional” emergido al término de la Segunda Guerra Mundial, al considerar que ése orden mundial no había probado ser lo suficientemente amplio y adecuado para enfrentar ahora los nuevos problemas globales y procesos de cambio en un mundo cada vez más interdependiente.[47] Para crear un Sistema Internacional más efectivo y equitativo en un esfuerzo a largo plazo, recomendó en aquel entonces a sus gobiernos llevar a cabo una estrategia de acción global en la que las metas esenciales fueran: preservar la paz, conducir la economía mundial, contribuir al desarrollo económico y a la satisfacción de necesidades humanas básicas y promover los derechos humanos; todo esto procurando intensificar la cooperación internacional entre las naciones.[48] Interdependencia, democracia y liderazgo trilateral compartido, fueron también premisas fundamentales para dicha renovación. Al respecto, Henry Kissinger pidió previamente en 1976, un nuevo sistema internacional que agregara a la seguridad la necesidad de cooperación económica y consenso político en escala global”, y Jimmy Carter reclamó, ese mismo año, “un orden mundial más estable y más justo”.[49]

Los polos de desarrollo y el liderazgo trilateral

Para alcanzar el liderazgo occidental, a mediados de la década de los años 70's la Trilateral Commission señaló que los Estados Unidos debían, todavía, “desempeñar un papel principal en la administración del sistema internacional”, ya que continuaban proporcionando la seguridad última para la mayoría de los países industrializados y seguían siendo “la economía más grande del mundo.”[50] En 1976, Brzezinski concluyó que si los Estados Unidos faltaran, “la economía mundial y el equilibrio político se volverían inestables... La misma verdad sucedería... estratégicamente, especialmente en Europa, en el Medio y Lejano Oriente”. Para llenar tal rol estabilizador, por otra parte, requería la “activa promoción de una cooperación trilateral" (Estados Unidos-Europa-Japón), la cual había emergido por consiguiente como “la prioridad central de la política de Estados Unidos”, no tanto por contener a los soviéticos (con la ayuda de China) como asistir al Sur en alcanzar un más rápido crecimiento económico, para así responder a la “dinámica básica global" que llamaba a “un mundo en el cual las esferas de predominio exclusivo desaparecen”.[51]

Pero en 1977, y seguramente como reflejo de la relativa declinación norteamericana, la organización trilateral consideró que dicha batuta debía ser más bien compartida cuando afirmó:

“Algún grupo de naciones tendrá que tomar responsabilidad de asegurar que el sistema internacional funcione efectivamente. Ninguna nación aislada parece apta para asumir este rol en el plazo inmediato. Estados Unidos no parece dispuesto a desempeñarlo por más tiempo en forma completa. El Japón y la Comunidad Europea no están aún preparados para asumirlo. Por lo tanto, sólo puede ser tomado en forma colectiva, durante algún tiempo, por los miembros de la región Trilateral. Ellos deben actuar proporcionando iniciativas y propuestas para una aceptación más amplia. Deben estar alerta en el sentido que el sistema no se derrumbe como resultado de las distintas tensiones y presiones.”[52]

Así, por ejemplo, decía que “la estabilización de la economía mundial” recaía “abrumadoramente sobre los países Trilaterales y, especialmente, sobre Estados Unidos, Alemania y el Japón, como las tres mayores economías nacionales”;[53] su cooperación era necesaria “para oponerse a las tendencias hacia la disociación en el mundo en desarrollo, así como en los países industrializados y en los países comunistas”.[54] Brzezinski pensaba que “al alentar a las otras potencias a asociarse con ella [EE UU] para suministrar una respuesta a los problemas que se ciernen sobre la vida del hombre en este planeta y al empeñarse en promover el uso conjunto y deliberado de las herramientas que la ciencia y la tecnología proporcionan, Estados Unidos alcanzaría en mejores condiciones el objetivo que proclama con tanta frecuencia”.[55] Por tanto, “ante la situación actual de complejidad e incertidumbre” de entonces, la “región Trilateral” podría servir como ese fuerte “polo de cooperación” que, debiendo responder a las necesidades y problemas de otros, mejoraría “las posibilidades de una evolución pareja y pacífica del sistema global”:[56]

“Una estrecha cooperación Trilateral mejorará las posibilidades de una evolución ordenada y pacífica del sistema global. Los países Trilaterales deberían ‘mirar hacia afuera’ en su perspectiva sobre el resto del mundo, con un espíritu generoso y constructivo, intentando internalizar los intereses de otros, en particular de los países menos privilegiados. Si el mundo se dividiera en tres regiones encapsuladas de países avanzados, países en desarrollo y países comunistas podrían minarse las perspectivas básicas de un orden global. Creemos que la cooperación efectiva, constructora de confianza, es la mejor manera de resistir esas tendencias. Dentro de la complejidad y de la incertidumbre, el liderazgo Trilateral puede crear un “polo de cooperación” que atraiga y capte a otros.”[57]

Entre algunos de los “beneficios” que según la C.T. podía traer “para el resto del mundo” dicha iniciativa cooperativa trilateral, se encontraban tres puntos en particular:

“Primero, puede producir una aproximación más coherente por parte de los países cuya cooperación es esencial al carácter evolutivo del orden mundial. Segundo, puede producir un mejor tratamiento de problemas globales importantes en algunas áreas, especialmente para el manejo macroeconómico general. Tercero, es más apto para obtener una asistencia más adecuada para mitigar la pobreza mundial y para promover el desarrollo económico en las regiones más pobres del mundo”.[58]

En suma, el acercamiento y colaboración con los países comunistas, la búsqueda de la interdependencia y la cooperación económica, la expansión y gobernabilidad de la democracia, y la alianza estratégica entre los tres países más desarrollados del mundo --como propósitos fundamentales de la Comisión Trilateral y factores inherentes del proceso de globalización--, incidieron directa e indirectamente en la renovación del Sistema Internacional; es decir, en el establecimiento de un Nuevo Orden Político-Económico Mundial futuro bajo su tutela, y en la definición de los ejes y notas características que estarían presentes en su conformación.

Pero esto no hubiera sido posible tampoco si destacados miembros de la CT no hubiesen decidido alcanzar antes otro objetivo político crucial: el control de la Casa Blanca. Emanados del establishment y de la Comisión, los presidentes Carter, Bush y Clinton habrían de orquestar así buena parte de estos proyectos y estrategias, procurando convertir a su país en “la nación indispensable del mundo”.

Asimismo, con estos planteamientos, Zbigniew Brzezinski, como Consejero Nacional de Seguridad de James Carter en 1977, formularía y diseñaría la política exterior de los Estados Unidos de Norteamérica[59] (como antes lo hizo Kissinger con Nixon).

Hoy Estados Unidos, Alemania y Japón (la unipolaridad trilateral), se encuentran en la cima.[60] Su rol protagónico mundial podría verse amenazado por otra triple alianza en el futuro: Rusia, China e Irán.[61] Sin embargo, como advierte el propio Brzezinski, la hegemonía norteamericana –manifestada en poder político, económico, militar y cultural--, podría más bien sucumbir antes frente a su propia decadencia interna moral, en este siglo XXI.[62]


Notas:

[1] Citado en Luis Martínez Alcántara, Salinas Juega solo en la sucesión Presidencial, Periodismo Integral, México, 1993, p. 22-24.
[2] Zbigniew Brzezinski, Samuel P. Huntington, Poder Político USA-URSS: Semejanzas y Contrastes, Tomo II, Guadarrama, Madrid, 1970, p. 571. Véase también el tomo I del mismo.
[3] Zbigniew Brzezinski, “La Crisis del Comunismo: la Paradoja de la Participación Política”, Ciencia Política, Bogotá, No. 11, II trimestre, 1988, pp. 87-95.
[4] Zbigniew Brzezinski, El Gran Fracaso: El Nacimiento y la Muerte del Comunismo en el Siglo XX, Lasser Press, México, 1989, 330 pp.
[5] Citado en Luis Martínez Alcántara, Op. cit. p. 24.
[6] El Financiero, 21 de abril de 1993.
[7] El Financiero, 6 de julio de 1995.
[8] El Financiero, 29 de octubre de 1997.
[9] Zbigniew Brzezinski, El Juego Estratégico: la Conducción de la Contienda entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, Sudamericana/Planeta Editores, Buenos Aires, 1988, p. 10., p. 31.
[10] Francis P. Sempa, “Consideraciones Geopolíticas en las Relaciones Internacionales de Estados Unidos”, Ciencia Política, No. 8; III trimestre, 1987, p. 95. Para la URSS, en cambio, “la exclusión de Norteamérica de Eurasia ha sido el principal objetivo político desde su convenio [pacto secreto] a tal efecto con Hitler en 1940”. Zbigniew Brzezinski, El Juego Estratégico, Op. cit., p. 263.
[11] Zbigniew Brzezinski, El Juego Estratégico… Op. cit., pp. 214 y 226.
[12] Zbigniew Brzezinski, “A Plan for Europe”, Foreign Affairs, No. 1, January/Febrary 1995, p. 30.
[13] Zbigniew Brzezinski, El Gran Tablero Mundial: la Supremacía Estadounidense y sus Imperativos Geoestratégicos, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1998, pp. 63-64.
[14] Zbigniew Brzezinski, La Era Tecnotrónica, Ed. Paidós Buenos Aires, 1970, 461 pp.
[15] Ibidem.
[16] Ibidem, pp. 33-34, 51, 66 y 97.
[17] “La era de la fe volátil se halla íntimamente ligada al impacto de la revolución tecnotrónica sobre las ideologías y las filosofías existentes”. Ibidem, p. 115.
[18] Ibidem, p. 36.
[19] Ibidem, p. 105.
[20] Ibidem, pp. 105-107.
[21] Citado en Entre Líneas, Investigaciones Motolinía, A.C., No. 43, 26 de octubre de 1994, p. 4.
[22] Zbigniew Brzezinski, La Era..., Op. cit., pp. 440-461.
[23] Véase C. Wright Mills, La Elite del Poder, Fondo de Cultura Económica, México, 1957, 388 pp.
[24] Carlos Rico F., “‘Interdependencia’ y Trilateralismo: Orígenes de una Estrategia”, Cuadernos Semestrales, CIDE, Num. 2-3, mayo 1978, México, pp. 17-43.
[25] Marie-France Toinet, El Sistema Político de los Estados Unidos, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1994, pp. 426-427.
[26] Robert D. Schuzinger, Los Sabios de los Asuntos Exteriores: la Historia del Consejo de los Asuntos Exteriores, Ediciones Prisma, México, 1984, 349 pp.
[27] Citado en Federico Müggenburg y R.V., “El TLC: Causas y Ocasión”, Entorno, COPARMEX, primera de dos partes, No. 59, abril 1993, p. 26.
[28] Kenichi Ohmae confirmaría en su libro El Fin del Estado-nación (Andrés Bello, 1997, 270 pp.), la invalidez de éste concepto.
[29] Francisco M. Pastrana, Trilateralismo: la irrupción de la Comisión Trilateral a través del velo del Occidente Cristiano, Cuatro Espadas, Buenos Aires, 1981, pp. 112 y 145.
[30] David Rockefeller, “¿Angeles o Demonios?”, The Asian Wall Street Journal, reproducido por Contextos, Secretaría de Programación y Presupuesto, No. 14, 23-29 octubre 1980, p. 32-33.
[31] La parte española perteneciente a la Trilateral, incluía en 1997 a: Pedro Ballve, presidente de Campofrío; Emilio Ybarra, presidente del Banco Bilbao Vizcaya; Pascual Maragall, alcalde de Barcelona; Juan Villalonga, presidente de Telefónica; Carlos Ferrer Salat, presidente del Comité Olímpico Español; Pedro Swart, presidente de la fundación privada Fundesco; y Jaime Carvajal, presidente de la compañía Ford España. Excélsior, 23 de mayo de 1997.
[32] The Trilateral Commission, internet: http://www.trilateral/.org (6 de noviembre de 1997), y .Members, Trilateral Commission, as of April 15, 1999.
[33] Axel Madsen, El Poder de las Multinacionales: la Verdad sin prejuicios sobre una Realidad Planetaria, Editorial Abril, Buenos Aires, 1982, pp. 32-33.
[34] Miguel Angel Vichique, “Proyecto de la Comisión Trilateral”, Vértice, No. 100 y 101, 2ª. Quincena de enero-1ª. Quincena de febrero, pp. 57-58.
[35] Stephen Gill, American Hegemony and The Trilateral Commission, Cambridge University Press, 1990, p. 160.
[36] María Gallo, “La Comisión Trilateral: Mente Maestra de la Globalización”, El Financiero, 28 de junio de 1991.
[37] Stephen Gill, Op. cit., p. 155.
[38] Francisco M. Pastrana, Op. cit. pp. 75-76.
[39] Citado en “Nuevo Colonialismo: la Comisión Trilateral”, Informe Especial, México, D.F., 20 julio 1990, No. 11, pp. 18-19.
[40] Francisco M. Pastrana, Op. cit. p. 76.
[41] Stephen Gill, Op. cit., pp. 28-29.
[42] Ibidem, p. 173.
[43] Richard N. Cooper, Karl Kaiser, Masataka Kosaka, “Hacia un Sistema Internacional Renovado”, Informe del Grupo de Trabajo Trilateral sobre un Sistema Internacional Renovado, 1977, reproducido por Cuadernos Semestrales del CIDE, Estados Unidos: Perspectiva Latinoamericana, No. 2-3, 2º semestre 1977-1er. semestre 1978, pp. 89-152.
[44] Henry Owen, Andrew Shonfield, Chihiro Hosoya, “La Colaboración con los Países Comunistas en el Manejo de los Problemas Globales: un Examen de las Opciones”, Informe del Grupo de Trabajo Trilateral sobre la Cooperación con los Países Comunistas, 1977, reproducido por Cuadernos Semestrales del CIDE, Estados Unidos: Perspectiva Latinoamericana, No. 2-3, 2º semestre 1977-1er. semestre 1978, p. 430.
[45] Zbigniew Brzezinski, “U.S. policy in a complex world”, The Manchester Guardian Weekly, November the 13 th., 1977, p. 13.
[46] Véase Charles Levinson, Vodka-Cola: la Oculta Complicidad entre los mundos Capitalista y Comunista, Argos Vergara, Barcelona, 1979, 413 pp.
[47] Richard N. Cooper, Op. cit. p. 91.
[48] Richard N. Cooper, Karl Kaiser, Masataka Kosaka, Towards a Renovated International System, The Triangle Papers: 14, summary; The Trilateral Commission, 1977, p. VIII.
[49] Citado por Stanley Hoffman, Orden Mundial o primacía: La polítca Exterior Norteamericana desde la Guerra Fría, Grupo Editor Latinoamericano, Colecc. Estudios Internacionales, Buenos Aires, 1989, p. 235.
[50] Fred C. Bergsten, Georges Berthoin, Kinhide Mushakoji, “La Reforma de las Instituciones Internacionales”, Informe del Grupo Trilateral sobre Instituciones Internacionales a la Comisión Trilateral, 1976, reproducido por Cuadernos Semestrales del CIDE, Estados Unidos: Perspectiva Latinoamericana, Op. cit., p. 421.
[51] Citado en Simon Serfaty, “Brzezinski: Play it again, Zbig”, Foreign Policy, Num. 32, Fall 1978, p. 6.
[52] Richard N. Cooper, Op. cit. pp. 132-133.
[53] Ibidem, p. 110.
[54] Ibidem., p. 109.
[55] Zbigniew Brzezinski, La Era Tecnotrónica, Op. cit., p. 453.
[56] Richard N. Cooper, “Hacia un Sistema Internacional Renovado”, Op. cit., p. 93.
[57] Ibidem, p. 133. En otra parte señalaban: “Por lo tanto, los países Trilaterales necesitan seguir dos caminos simultáneamente, uno, para enfrentar los problemas urgentes del corto plazo, a menudo con una participación limitada; el otro, para ayudar a cimentar la confianza y la buena voluntad entre un grupo más amplio de naciones, para apoyar soluciones más adecuadas en el futuro”. Ibidem., p. 128
[58] Ibidem, p. 110.
[59] Rafael Fernández de Castro y Claudia Franco Hijuelos, Compiladores, ¿Qué son los Estados Unidos?, McGRaw-Hill / ITAM, México, 1996, p. 169.
[60] Kenichi Ohmae, El Poder de la Tríada: Panorama de la Competencia Mundial en la Próxima Década, McGraw-Hill, 1990, 245 pp.
[61] Zbigniew Brzezinski, “Las Grandes Murallas del Indulgente Occidente”, en Fin de Siglo: Grandes Pensadores hacen Reflexiones sobre nuestro Tiempo, McGraw-Hill, México, 1996, p. 50.
[62] Zbigiew Brzezinski, Fuera de Control: Confusión mundial en Vísperas del Siglo XXI, Lasser Press, México, 1993, 231 pp.

(Véase también un artículo similar de Jaime Duarte Martínez en la Revista del Senado de la República, México, octubre - noviembre 1999, Vol. 5, No. 17.


No hay comentarios:

Publicar un comentario